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Todo viaje a Túnez debe comenzar con una visita a La Medina. Sin lugar a dudas, este amasijo de viejas callejuelas y avenidas tortuosas es la zona con más ambiente de la ciudad. Visítela en horas tempranas de la mañana cuando la única gente que verá son los vendedores callejeros ofreciendo cosillas para el desayuno. El aire está lleno del aroma de especias y café recién hecho.

Más tarde, visite el zoco y vea de cerca la vida tunecina. Los diminutos talleres y kioscos del zoco venden desde telas y tapices hasta especias y joyas. El regateo es esencial aquí.

La Mezquita Zitouna, que data del siglo VIII, es una importante atracción turística. Es importante recordar que las damas deben ir vestidas apropiadamente. La Catedral de San Vicente de Paúl, construida en 1882, es también un deleite para la vista y un fino ejemplo de la influencia francesa en la arquitectura tunecina. Cabe mencionar que el acceso al interior de la catedral está restringido.

La mejor manera de explorar La Medina y la Ville Nouvelle es a pie. En tiempos pasados, los zocos de La Medina vendían de todo. Hoy en día es más probable encontrar souvenirs inusuales y artesanía local.

En los días abrasadores del verano, los tunecinos salen a tomar el fresco en el Parque Belvedere. Aquí encontrará el Lago Túnez, el zoológico y el Museo de Arte Moderno, además de muchos rincones pintorescos para hacer un pícnic.

La ciudad cuenta con varios prestigiosos centros culturales. El Museo Bardo (accesible vía metro) alberga un extenso catálogo de objetos tunecinos y una renombrada colección de mosaicos romanos. El encantador museo folclórico Dar Ben Abdallah y el Musée paléo-chrétien de Carthage también merecen una visita.

La comida tunecina es una deliciosa mezcla de influencias mediterráneas y turcas. Abundan los platos con mariscos, cordero, tomate y aceite de oliva. La comida tiende a ser sustanciosa, condimentada y buena. La «harissa» es una potente mezcla de especias que imparte un sabor distintivo a muchos platos. Pruebe el «brik» (masa frita rellena de atún y huevo) o el «merguez» (embutido de cordero).

Una especialidad local favorita es el «poisson complet», un pescado entero –frito o a la parrilla– que se sirve con una salsa picante. La «baklawa» tunecina (hojaldre con almíbar y diferentes tipos de nueces) es un excelente postre.

Pero Túnez tiene mucho más que ofrecer que picantes especialidades norafricanas, como lo demuestran los numerosos cafés y restaurantes franceses dispersos por la ciudad. Desde los restaurantes económicos hasta los más exclusivos, la ciudad cuenta con opciones para todos los gustos y presupuestos. A veces, los establecimientos más modestos son la mejor opción. Trate de encontrar restaurantes que sirvan «salade mechouia» fresca (tomates y pimientos a la parrilla con aceite de oliva, ajo y atún).

En Túnez, los zocos de La Medina son el mejor lugar donde ir de compras. En el resto de la ciudad, la mayoría de los artículos a la venta son de origen local, y si uno está dispuesto a regatear, encontrará gangas por doquier. Si busca artesanía y souvenirs tunecinos, visite las tiendas de Rue Jemaa Zitouna.

En Túnez abundan las tiendas independientes que venden desde antigüedades hasta artículos para el hogar. También podrá encontrar productos de belleza hechos con miel y jalea real de procedencia local. Para comprar alimentos, evite los supermercados de cadenas y visite Halfaouine, un mercado tradicional cerca de la estación Habib Thameur del metro.